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Tajine de cordero con almendras y ciruelas o como viajar al norte de África sin salir de tu cocina

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Ya estoy aquí otra vez, y gracias a mi lesión, va a ser más sencillo actualizar con recetas atrasadas el blog. Eso sí, no me puedo acercar a la cocina porque creo que no forma parte de la recomendación de «reposo absoluto» del médico.

Hoy os traigo una receta que tenía muchas ganas de compartir con vosotros. Este es un plato que me encanta y que podría comer casi todo los días. Tiene ese ligero contraste del dulce y el salado, la carne queda extremadamente jugosa y con muchísimo sabor y como colofón final tiene una fantástica mezcla de especias, que me chiflan.

Probablemente la palabra tajine no forme parte de vuestro vocabulario gastronómico habitual, pero os aseguro que no se trata de nada rocanbolesco. Al igual que la paella, que es el recipiente y la comida, con una tajine pasa lo mismo, se refiere al contenido y al continente. Es un recipiente de barro cocido formado por un plato hondo y una tapa cónica, y se usa para cocciones lentas. La tapa cónica permite que durante la cocción el vapor mezcle los sabores de los alimentos y no se pierdan sus propiedades.

No os voy a engañar, yo no tengo una tajine en casa (no es sencillo encontrar una que funcione en una cocina de inducción y que no cueste un ojo de la cara), pero tengo una cocotte, de la que os hablaré otro día, y que es estupenda para platos de cocción lenta.
Después de haberos soltado el rollazo, paso a explicaros la receta. Una cosa que se me olvidaba decir es que una tajine puede ser de carne, de pescado o de verduras, es decir, que la permite infinidad de combinaciones, por lo que siempre podréis cocinar una tajine con vuestros alimentos preferidos.

Para esta tajine para 4-5 personas necesitáis:

  • 1 kilo y 1/2 de cordero (yo compré la parte del cuello, que queda muy jugosa. Además, compré la carne en una carnicería halal, que es donde compran los musulmanes la carne)
  • una pastilla de caldo (la que tengais a mano)
  • 1 taza de almendras enteras peladas
  • 2 cebollas rojas
  • 1 taza de ciruelas pasas o  de 4 a 6 ciruelas, dependiendo del tamano.
  • 2 cucharadas soperas de zumo de limón
  • 3 cucharadas soperas de aceite de oliva
  • 2 cucharadas soperas de miel
  • 2 cucharaditas de agua de azahar
  • sal
  • 1/2 cucharadita de canela
  • 1/2 cucharadita de jengibre
  • 1/2 cucharadita de cúrcuma
  • 1/2 cucharadita de curry
  • 1/2 cucharadita de pimentón dulce
  • 1/2 cucharadita de nuez moscada
  • 1/2 cucharadita de cilantro (lo vi en la carnicería halal y no me resistí a comprarlo)

 

Para empezar quitamos el exceso de grasa de la carne y salamos; también ponemos en un cazo unos 330 mil de agua con la pastilla de caldo.

Ponemos la cocotte al fuego con el aceite para dorar la carne, ojo sólo dorar, no la tenemos que cocinar.  Reservamos la carne. Y pochamos la cebolla en el aceite que ha quedado en la cocotte a fuego suave. En un vaso con un poco de agua ponemos todas las especias y mezclamos bien. Cuando la cebolla esté pochada, ponemos de nuevo la carne en la cocotte, vertimos la mezcla de especias y removemos bien para que toda la carne se impregne bien.  A continuación añadimos el zumo de limón, el caldo, las almendras y un poco de sal. Subimos el fuego (sin ponerlo al máximo) y dejamos hervir hasta que el caldo reduzca a la mitad más o menos.

 

Bajamos el fuego casi al mínimo y añadimos la miel, el agua de azahar y las ciruelas. Si son pasas, las tenéis que poner en un cuenco con agua unas horas antes para que se hidraten; si son ciruelas del tiempo, hay que lavarlas, quitarles el hueso y partirlas en trozos grandes. Tapamos la cacerola y dejamos cocer una media hora más, siempre a fuego suave.

 

 

No tengo una foto del resultado final porque con la emoción de devorarlo se me olvidó, pero para aquellos a los que las mezclas de sabores le dé un poco de respeto, os cuento un secreto, una vez finalizada la cocción la ciruelas desaparecen del campo de visión.

Este plato deliciiiiioooooooso se acompaña con cous-cous o con arroz blanco.

¡Hasta la próxima, cocinillas!